LA
METÁFORA DE LA “TORRE DAVID”
Quiero tomarme
el atrevimiento de comenzar este artículo con la remembranza de un pasaje de mi
niñez que, aunado a otros procesos y a la figura del comandante Chávez, me hizo
comprender que “los indigentes” y “la gente pobre” no eran “malos”, que no se
parecían a esa idea que ronda en el imaginario de algunos grupos sociales del
país. Recuerdo pasar en carro al lado de la llamada “Torre David” rumbo a la
Candelaria y escuchar el comentario de un co-pasajero del vehículo que decía – ¿Ustedes saben que hay en esta torre o
quienes viven allí? Porque pasa algo extraño, cuando paso por aquí tempranito
en la mañana veo gente saliendo súper acomodada, hasta enflusada que parecen ir
a trabajar – a lo cual responde otra persona – ¿Si verdad? Hasta donde yo sé
allí viven indigentes – Ese breve intercambio de palabras, a mi corta edad,
me hizo pensar que “los indigentes” no son solamente esas personas que están en
la calle sin calzado, descamisados, o las que yo había visto que vivían bajo
los puentes, sino que se abría para mí un mundo nuevo, aparecía otra idea
totalmente desconcertante: “los indigentes” también trabajan, son personas que
se parecen a mí, a mis padres, a mi familia.
En el marco de
la Operación Zamora, llevada adelante por el compañero Ernesto Villegas bajo la
dirección del presidente Maduro, además de una mirada fugaz a este edificio
hace un par de días, me hizo traer este recuerdo y verme en la necesidad de
reflexionar desde mi praxis psicológica respecto al tema. La “Torre David” es
uno de esos espacios físicos donde se
materializan dos grandes contradicciones, es una profunda metáfora, no porque
nos sirva como recurso lingüístico o retórico para facilitar la comprensión de
otros elementos de la vida social, sino porque en sí mima encierra y resume
procesos encontrados, procesos en pugna, convirtiéndose en la cristalización de
las miserias del sistema capitalista. Simbólicamente esta torre representa en
primer lugar, la imponente idea moderna del progreso económico, y digo
imponente no sólo por el carácter ideológico de ese ficticio “progreso”, sino
porque además arquitectónicamente se convertiría en uno de los edificios
financieros más altos del país y de América Latina, representando la sede del
Grupo Financiero Confinanzas y el Banco Metropolitano.
Al mismo
tiempo, esa torre simboliza la cara más miserable del sistema capitalista, el
lugar más oscuro de nuestras miserias humanas, y no me refiero precisamente a
las casi 1300 familias que habitan en ese espacio, o a las condiciones de vida
que allí se reproduzcan, sino me refiero justamente es a la actitud de una
sociedad indolente ante esa realidad, seguir el curso de nuestra vida cotidiana
alrededor de ese acontecimiento, el transitar de miles de personas diariamente
por sus calles aledañas, y a lo sumo, quejarse por lo “feo del edificio” o las “condiciones
deplorables” del mismo, naturalizando de esta manera procesos históricos de
exclusión, pero lo más indignante aún, pensarnos incapaces de modificar esta
realidad.
Paradójicamente,
es entonces la misma torre que representó la ilusión de “avance” social en un
“robusto” y sostenido “progreso” económico, la que alberga hoy a casi 1300
familias que habitan hoy en condición de pobreza, es el mismo espacio que quedó
detenido en el tiempo luego de la crisis económica, moral, política y social de
los años 80 y 90, el que fue ocupado por sus hijos naturales: un pueblo
olvidado, desplazado, y explotado. Al respecto, me gustaría mostrar una
reflexión hecha por el profesor polaco Bauman[1], el cual menciona que:
“Ésta es una
sociedad de clases en el sentido de totalidad en cuyo seno los individuos son
incluidos a través de su pertenencia a una clase, con la expectativa de que
cumplan la función asignada a su clase en el interior y en beneficio del
“sistema social” como totalidad. La idea de “clase marginal” no sugiere una
función a desempeñar (como en el caso de la clase “trabajadora” o la “clase
profesional”) ni una posición en el todo social (como en el caso de las clases
“alta”, “media” o “baja”). El único significado que acarrea el término de
“clase marginal” puede estar “en” la sociedad, pero claramente no es “de” la
sociedad: no contribuye a nada de lo que la sociedad necesita para su
supervivencia y su bienestar (…) son personas despojadas de los derechos que
poseen los miembros reconocidos de la sociedad” (pp.11-12)
Traigo a
colación esta breve cita, porque atento a las opiniones de las personas ante el
tema del desalojo de la “Torre David”, me dispuse a conversar con algunas
cuantas al respecto, coincidiendo casi todas en el espacio común para
caracterizar a sus habitantes como “indigentes”,
“vagos” y “delincuentes”, lo cual
caracteriza esa “clase marginal” que describe Bauman, tornándose casi en un
proceso deshumanizador, en donde los despojamos de toda característica humana
que los haga acreedores de nuestra atención y de gozar de cualquier derecho
como ciudadanos. Es precisamente allí que cobra sentido el desconcierto de
algunos actores políticos de la oposición con la labor titánica que ha
emprendido el Gobierno Bolivariano, o se convierta en un proceso que ante
muchos pase por desapercibido, ya que la mudanza masiva que implica la
Operación Zamora no adquiere el sentido del reparo de una deuda histórica que
asume el proceso revolucionario para con su población, sino que por el
contrario, al quitárseles su condición de ciudadanos descrita anteriormente, se
puede cometer el grave error de comprenderlos como simples beneficiarios, que
se cobijan con la manta de un Estado paternalista.
Es en este punto donde cobra pleno sentido el recuerdo
que vino a mi mente y con el cual comencé estas reflexiones, la sórdida
pregunta de mi acompañante en el automóvil y mi gran descubrimiento, en donde
hoy comprendo que observar políticas públicas que estén orientadas a superar
las grandes contradicciones que nos dejó la manera entreguista de conducir el
Estado venezolano, el empeño del comandante Chávez de desaparecer las brechas,
tanto en lo material como en lo cultural, que han creado grandes desigualdades
sociales y reconocer que ningún proyecto político es viable mientras exista un
venezolano en condición de extrema pobreza, sólo es posible en Revolución, más
aún cuando en el momento actual que aparece recurrentemente el tema de la
crítica y la autocrítica, debemos comprender que el reto asumido por el
Presidente Maduro parte de la crítica transformadora, dándole prioridad al
combate de la pobreza extrema que aún se manifiesta en nuestro país, concretándose
en la creación de las Bases de Misiones o en la intervención de la “Torre
David”
José A Briceño Z
Psicólogo Social UCV
[1] Bauman, Z. (2011). Daños
Colaterales. Desigualdades sociales en la era global. México: Fondo de
Cultura Económica.
La realidad es concreta y no puede superar a la imaginación, estas contradicciones se van acercando cuando se le dan respuesta concretas al bienestar del pueblo y esta es una respuesta contundente del proceso revolucionario que ira eliminando esta brechas sociales.
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