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sábado, 9 de agosto de 2014

LA METÁFORA DE LA “TORRE DAVID”

LA METÁFORA DE LA “TORRE DAVID”
Quiero tomarme el atrevimiento de comenzar este artículo con la remembranza de un pasaje de mi niñez que, aunado a otros procesos y a la figura del comandante Chávez, me hizo comprender que “los indigentes” y “la gente pobre” no eran “malos”, que no se parecían a esa idea que ronda en el imaginario de algunos grupos sociales del país. Recuerdo pasar en carro al lado de la llamada “Torre David” rumbo a la Candelaria y escuchar el comentario de un co-pasajero del vehículo que decía – ¿Ustedes saben que hay en esta torre o quienes viven allí? Porque pasa algo extraño, cuando paso por aquí tempranito en la mañana veo gente saliendo súper acomodada, hasta enflusada que parecen ir a trabajar – a lo cual responde otra persona – ¿Si verdad?  Hasta donde yo sé allí viven indigentes – Ese breve intercambio de palabras, a mi corta edad, me hizo pensar que “los indigentes” no son solamente esas personas que están en la calle sin calzado, descamisados, o las que yo había visto que vivían bajo los puentes, sino que se abría para mí un mundo nuevo, aparecía otra idea totalmente desconcertante: “los indigentes” también trabajan, son personas que se parecen a mí, a mis padres, a mi familia.  
En el marco de la Operación Zamora, llevada adelante por el compañero Ernesto Villegas bajo la dirección del presidente Maduro, además de una mirada fugaz a este edificio hace un par de días, me hizo traer este recuerdo y verme en la necesidad de reflexionar desde mi praxis psicológica respecto al tema. La “Torre David” es uno de esos  espacios físicos donde se materializan dos grandes contradicciones, es una profunda metáfora, no porque nos sirva como recurso lingüístico o retórico para facilitar la comprensión de otros elementos de la vida social, sino porque en sí mima encierra y resume procesos encontrados, procesos en pugna, convirtiéndose en la cristalización de las miserias del sistema capitalista. Simbólicamente esta torre representa en primer lugar, la imponente idea moderna del progreso económico, y digo imponente no sólo por el carácter ideológico de ese ficticio “progreso”, sino porque además arquitectónicamente se convertiría en uno de los edificios financieros más altos del país y de América Latina, representando la sede del Grupo Financiero Confinanzas y el Banco Metropolitano.
Al mismo tiempo, esa torre simboliza la cara más miserable del sistema capitalista, el lugar más oscuro de nuestras miserias humanas, y no me refiero precisamente a las casi 1300 familias que habitan en ese espacio, o a las condiciones de vida que allí se reproduzcan, sino me refiero justamente es a la actitud de una sociedad indolente ante esa realidad, seguir el curso de nuestra vida cotidiana alrededor de ese acontecimiento, el transitar de miles de personas diariamente por sus calles aledañas, y a lo sumo, quejarse por lo “feo del edificio” o las “condiciones deplorables” del mismo, naturalizando de esta manera procesos históricos de exclusión, pero lo más indignante aún, pensarnos incapaces de modificar esta realidad. 
Paradójicamente, es entonces la misma torre que representó la ilusión de “avance” social en un “robusto” y sostenido “progreso” económico, la que alberga hoy a casi 1300 familias que habitan hoy en condición de pobreza, es el mismo espacio que quedó detenido en el tiempo luego de la crisis económica, moral, política y social de los años 80 y 90, el que fue ocupado por sus hijos naturales: un pueblo olvidado, desplazado, y explotado. Al respecto, me gustaría mostrar una reflexión hecha por el profesor polaco Bauman[1], el cual menciona que:
“Ésta es una sociedad de clases en el sentido de totalidad en cuyo seno los individuos son incluidos a través de su pertenencia a una clase, con la expectativa de que cumplan la función asignada a su clase en el interior y en beneficio del “sistema social” como totalidad. La idea de “clase marginal” no sugiere una función a desempeñar (como en el caso de la clase “trabajadora” o la “clase profesional”) ni una posición en el todo social (como en el caso de las clases “alta”, “media” o “baja”). El único significado que acarrea el término de “clase marginal” puede estar “en” la sociedad, pero claramente no es “de” la sociedad: no contribuye a nada de lo que la sociedad necesita para su supervivencia y su bienestar (…) son personas despojadas de los derechos que poseen los miembros reconocidos de la sociedad” (pp.11-12)
Traigo a colación esta breve cita, porque atento a las opiniones de las personas ante el tema del desalojo de la “Torre David”, me dispuse a conversar con algunas cuantas al respecto, coincidiendo casi todas en el espacio común para caracterizar a sus habitantes como “indigentes”, “vagos” y “delincuentes”, lo cual caracteriza esa “clase marginal” que describe Bauman, tornándose casi en un proceso deshumanizador, en donde los despojamos de toda característica humana que los haga acreedores de nuestra atención y de gozar de cualquier derecho como ciudadanos. Es precisamente allí que cobra sentido el desconcierto de algunos actores políticos de la oposición con la labor titánica que ha emprendido el Gobierno Bolivariano, o se convierta en un proceso que ante muchos pase por desapercibido, ya que la mudanza masiva que implica la Operación Zamora no adquiere el sentido del reparo de una deuda histórica que asume el proceso revolucionario para con su población, sino que por el contrario, al quitárseles su condición de ciudadanos descrita anteriormente, se puede cometer el grave error de comprenderlos como simples beneficiarios, que se cobijan con la manta de un Estado paternalista.
            Es en este punto donde cobra pleno sentido el recuerdo que vino a mi mente y con el cual comencé estas reflexiones, la sórdida pregunta de mi acompañante en el automóvil y mi gran descubrimiento, en donde hoy comprendo que observar políticas públicas que estén orientadas a superar las grandes contradicciones que nos dejó la manera entreguista de conducir el Estado venezolano, el empeño del comandante Chávez de desaparecer las brechas, tanto en lo material como en lo cultural, que han creado grandes desigualdades sociales y reconocer que ningún proyecto político es viable mientras exista un venezolano en condición de extrema pobreza, sólo es posible en Revolución, más aún cuando en el momento actual que aparece recurrentemente el tema de la crítica y la autocrítica, debemos comprender que el reto asumido por el Presidente Maduro parte de la crítica transformadora, dándole prioridad al combate de la pobreza extrema que aún se manifiesta en nuestro país, concretándose en la creación de las Bases de Misiones o en la intervención de la “Torre David”

José A Briceño Z
Psicólogo Social UCV



[1] Bauman, Z. (2011). Daños Colaterales. Desigualdades sociales en la era global. México: Fondo de Cultura Económica. 

1 comentario:

  1. La realidad es concreta y no puede superar a la imaginación, estas contradicciones se van acercando cuando se le dan respuesta concretas al bienestar del pueblo y esta es una respuesta contundente del proceso revolucionario que ira eliminando esta brechas sociales.

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